martes, 31 de diciembre de 2024

Simbolismo


Los símbolos son tomados como una parte fundamental de la existencia humana, considerados como la búsqueda para hallar una explicación a los misterios de la vida. Al no encontrar un lenguaje para interpretarla recurrimos a la representación de símbolos. Vivimos rodeados de ellos, imágenes o ideas que poseen un relevante carácter simbólico que muchos de nosotros no reconoce o ignora su significado, por esta razón muchas veces desconocemos su sentido o presencia.

Para comenzar, se debe aclarar que símbolo y signo no son lo mismo. Una buena definición se puede obtener del libro “Signos y Símbolos. Una guía ilustrada de su origen y significado” que citare a continuación:

“Un signo cumple su función de una manera directa: puede formar parte de un lenguaje gráfico o de un código visual como el de las señas de circulación. Los signos ofrecen un mensaje simple de relevancia inmediata y momentánea” 

Señal de Paso de Peatones

 Señal de tráfico habitual en zonas urbanas y suburbanas que sirve para advertir a los vehículos de que hay peatones en el área e indica las zonas demarcadas para el paso de peatones.

Del mismo libro citado anteriormente obtendremos la definición de símbolo:

“Un símbolo es una imagen que representa una idea, que compendia una verdad universal. El fuego, por ejemplo, simboliza tanto el Sol como la fuerza vital masculina que nos rodea, mientras que una flor primaveral representa renacimiento, vida nueva” 


El fuego símbolo de guerra y caos. Es activo y masculino. Considerado como el gran destructor, terrible y devorador. Vinculado con el Sol. Sin embargo, se le da una dimensión dual, ya que también simboliza regeneración y purificación.

En la alquimia se le representa con un triángulo y es el último de los cuatro elementos. Representa las fases cálidas y secas del proceso. Está asociado al plomo y simboliza la transformación final.

A veces se podría caer en el equívoco de pensar que signos y símbolo son lo mismo y sus funciones son parecidas, muchas veces ambas palabras se han usado para señalar lo mismo. Sin embargo, el símbolo tiene una connotación más profunda, que va más allá de su apariencia y naturaleza, representa o refleja algo más vasto que su simple aspecto físico. A través de los siglos, los símbolos han gozado de un valor místico, aproximándose a lo sagrado, debido a que sus cualidades en cierta forma se vinculan con verdades que son consideradas más reflexivas y profundas.

Se ha establecido diferencias graduales entre tres especies de símbolos:

a)    El convencional: constituido por la simple aceptación de una conexión constante, desprovista de fundamento óptico o natural.

b)    El accidental: está ligado a condiciones transitorias, establecido por asociación por contacto visual.

c)    El universal: es el que se investiga y se define a través de la relación entre el símbolo y lo que representa, esta relación no siempre posee la misma intensidad, por lo que resulta difícil definir los símbolos con exactitud.

Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de Símbolos nos advierte que es necesario delimitar el campo de acción simbólica, ya que se puede dar una tendencia a confundir fenómenos que puede ser semejantes, pero solo se parecen o tienen una relación externa. También, nos dice que no todo objeto es simbólico o cumple una función simbólica y es aquí donde los artistas o literatos comenten un error ya que intentan convertir toda la esfera de la realidad en una interminable avenida de imperceptibles correspondencias, casi en una obsesión de alegorías, sin llegar a entender que lo simbólico se opone a lo existencial. Es decir, el simbolismo es verdadero y activo en el plano de lo real, pero difícil de aplicar en el plano de la existencia.

“La significación simbolista de un fenómeno tiene a facilitar la explicación de esas razones misteriosas, porque liga lo instrumental a lo espiritual, lo humano a lo cósmico, lo casual a lo causal, lo desordenado a lo ordenado; porque justifica un vocablo como universo, que sin esa integración superior carecería de sentido, desmembrado en pluralismo caótico, y porque recuerda en todo lo trascendente”. 

El objeto para ser considerado simbólico debe posibilitar un análisis. Para ello se utilizan los siguientes supuestos:

a)    Nada es indiferente. Todo expresa algo y todo es significativo.

b)    Ninguna forma de realidad es independiente. Todo se relaciona de algún modo.

c)    Lo cuantitativo se transforma en cualitativo en ciertos puntos esenciales que constituyen precisamente la significación de la cantidad.

d)    Todo es serial. La serialidad incluye el mundo físico y el mundo espiritual.

Físico: gama de colores, sonidos, texturas, paisajes, etc.

Espiritual: virtudes, vicios, sentimientos, estados de ánimo, etc.

e)    Existen correlaciones de situación entre las diversas series y de sentido entre dichas series y los elementos que integran.

Estos elementos son los que nos permiten la concepción simbólica. Tener esto claro nos permite no confundir el núcleo simbólico de un objeto o la temporal función simbólica que lo realce en un momento dado.

Para completar la idea el párrafo anterior utilizare el mismo ejemplo que pone Cirlot en su libro: la espada y/o el color rojo. Primero está el objeto, separado de toda relación. Segundo encontramos a el objeto unido a su función utilitaria y a su realidad concreta en el mundo (de forma directa la espada, de manera indirecta el color rojo manchando un manto, tela, etc.). Tercero se ubica lo que posibilita considerarlo como símbolo, lo que llamamos “función simbólica”, que sería la cualidad a relacionarse con las equivalentes situadas en los puntos correspondientes a toda serial análoga, pero con tendencia de manera principal a designar el sentido metafísico que concierne a ese aspecto modal de la manifestación. 

En la última etapa aún se puede diferenciar entre lo unido al símbolo y lo que pertenece a su significado general. Muchas veces nos llenamos de múltiples alusiones que resultan ser ambivalentes, pero jamás nos resulta caóticas, ya que se organizan en una coordenada de ritmo común, es decir tiene una concordancia natural.

El simbolismo agrega un nuevo valor a un objeto, sin quitar los valores propios o históricos de este. No anula el valor concreto y específico de un objeto. No debemos incurrir en el error al analizar su significado de contraponer lo simbólico de lo histórico. A la vez, el símbolo es un vehículo universal, porque se propaga a través de la historia y particular, porque corresponde a una época precisa. Se cree que ya en el periodo Neolítico se volvió importante el conocimiento de lo simbólico. En varias culturas occidentales siguieron con la búsqueda de lo simbólico, muchas de ellas ligándolo a la astronomía y a la naturaleza. Durante la Edad media, el simbolismo tomo un valor cultural. En el Renacimiento, se ve lo simbólico de una manera más individualista y culterano, profano, literario y estético. El Quattrocentro italiano, en su totalidad, demuestra en la pintura su atracción hacia lo simbólico, que luego mutaría hacia lo alegórico en los siglos XVI a XVIII. Fue durante el Romanticismo alemán que surge el actual interés por el simbolismo, ya que durante ese periodo se desarrolló una importancia por la vida profunda, los sueños y su significado.

El simbolismo se ordena a través de su función explicativa y creadora, pero siempre uniendo los mundos metafísicos y físicos. Una asociación entre el mundo exterior y el interior, un influjo del mundo psíquico y el físico, una unión del mundo espiritual y el material.